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viernes, 26 de junio de 2015

CONOCIENDO EL CARMEN CORONADA VI. LAS CORONAS DE ORO

Nuestra Señora del Carmen Coronada
 
    Es el fruto de la devoción cordobesa a la Reina del Carmelo, habiéndose llegado a las mil donaciones de oro, que se han traducido en más de cinco kilos y medio del noble metal. El afamado orfebre cordobés D. Manuel Valera ha realizado un trabajo impecable y detallista en extremo, interpretando el diseño a la perfección. Considerada como la presea más valiosa de la Diócesis de Córdoba y una de las mejores coronas marianas de la geografía hispana.
    El diseño de tan valiosas preseas, realizado por Juan Dobado y con la colaboración de Sergio Cornejo Ortiz, se ajusta al estilo rococó al igual que el resto del paso del Carmen y también como los dos juegos de coronas antiguas de plata de la Imagen punzonadas en el siglo XVIII. El canasto se articula mediante seis airosos imperiales cuya sección principal ocupa un ángel atlante que porta un escapulario en sus manos, salvo el imperial central que comienza en una cartela con un busto de San José, esposo de la Virgen y titular del Convento fundado por San Juan de la Cruz donde está la Archicofradía, y el imperial trasero donde se encuentra un busto en marfil de la Asunción de la Virgen. De la unión de los imperiales cuelga en el centro un Delfín, con esmeraldas, rubíes y brillantes.
     La base de la corona lleva una filacteria, entre querubines, donde está escrita una cita del Salmo 44: “De pie a tu derecha está la Reina, enjoyada con oro”. Decoración a base de rocalla, jarrones, acantos y otros detalles de inspiración rococó se intercalan armónicamente sin perder el diseño de base. En el canasto, del mismo modo que en toda la corona, se han insertado valiosas joyas antiguas y abundante pedrería de gran valor que se ha donado para la misma por sus devotos. En la parte frontal se halla un escudo del Carmelo Descalzo en esmalte sobre oro. Jarras con rosas repletas de pedrería ocupan los espacios intermedios de los imperiales, la presencia de la rosa alude a la letanía carmelitana Rosa Carmeli.
 La ráfaga o resplandor de la corona se inserta en el diseño en perfecta unión con el canasto, de la unión de los imperiales nace el tronco de la Vid del Carmelo, decorada con racimos de uvas y hojas, aparecen los dos frutos de santidad más importantes del Carmelo: Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, sentados. Sendas filacterias enroscadas en la vid contienen la inscripción: Eres Viña florida y Esplendor del Cielo. De los mismos racimos cuelgan abundantes joyas donadas para la corona.
     Toda la ráfaga es un rompimiento de gloria que tiene su centro en el Espíritu Santo, en forma de paloma, que se haya sobre la vid y las figuras de los santos. El resplandor tiene su comienzo en dos figuras de ángeles que tienen la intención de depositar la corona en las sienes de la Santísima Virgen del Carmen, ángeles que se han tomado de la bóveda de la iglesia de Santa María de la Victoria en Roma, casa de la Orden que cobija el Éxtasis de Santa Teresa de Bernini. En la parte superior, en medio de nubes y rayos, dos angelotes acompañan a la cruz central, que contiene una original cruz de esmeraldas del setecientos, y sostienen cada uno una estrella, que junto a la que queda en el espacio interior conforman las tres estrellas y la cruz del escudo de la Orden. Alterna rayos rectos con otros flameantes separados por ramos de rosas, alusivas a su letanía. Un haz de nubes y cabezas de querubines se disponen alrededor dejando hueco a las doce estrellas, con diamantes en el centro, de la iconografía mariana que quedarán interiores y con movimiento.
     Se han añadido a la corona casi un centenar de piezas de joyería antiguas desde el siglo XVIII hasta el XX, sobrepasando el millar piedras preciosas entre brillantes, esmeraldas, rubíes, etc. Los fieles siguen trayéndole valiosas alhajas, para la Magna incorporará 20 joyas antiguas más.
 La Corona del Divino Infante mantiene la misma línea de la presea materna en el uso de los imperiales. Presenta sólo cuatro imperiales y cuatro grandes cartelas cada lado respectivamente, la primera con el escudo de la Orden en esmalte y la trasera calada. En lugar de ángeles mancebos se disponen cuatro angelotes niños sosteniendo el escapulario en sus manos. En el aro inferior lleva una filacteria con la inscripción evangélica: “Dejad que los niños se acerquen a mí (Mateo 19,14)”, recordando que es un regalo de los niños del Colegio Virgen del Carmen y de los niños de la ciudad. Remata con orbe y cruz que contiene una valiosa joya de esmeraldas del siglo XVIII. Se insertan otras joyas como algunas sortijas en platino, brillantes y unos zarcillos de perlas.

 Pedro José Sánchez Reyes